El éxito del motor de combustión interna frente al de vapor

El motor de vapor y el de combustión compitieron a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, hasta que Diésel logró construir motores de explosión de aceite pesado que permitieron obtener potencias de hasta 15.000 caballos. Motores de este tipo eran más eficientes, por lo que el peso destinado a la movilidad era el combustible mismo (vector), en vez de llevar, como la máquina de vapor, la carga adicional de agua.

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Además, con esta energía el movimiento ya dejó de estar encadenado a las líneas de ferrocarril y, en consecuencia, un vehículo no sólo puede llegar a viajar tan rápido como un tren, siendo una unidad mucho menor, debido a su mayor eficiencia, sino que puede ir por cualquier sitio, siempre y cuando tenga carreteras. Las primeras eran compartidas con los carros de caballos. Después de 1910 empezaron a pavimentarse con hormigón. Las primeras carreteras cortaban por el centro las ciudades, a pesar de la congestión, de la fricción y del ruido.

El automóvil entró en el mercado con un ritmo muy acelerado, impulsado por los hombres de negocios y por los industriales. Esta expansión requería de transporte rápido y seguro. El coche exigía para el transporte de larga distancia una carretera sin ciudades, con estaciones en las entradas y en las salidas, exigía también ciudades sin carreteras, en la que ninguna comunidad se viese cortada por arterias principales. En definitiva un automóvil es tan poco eficiente sin las obras adecuadas como lo sería una central eléctrica si los hilos conductores hubiesen sido de hierro en vez de ser de cobre.

Los coches pasaron a ser baratos con la aparición de la industria de Henry Ford que nos facilitó su producción en serie. Con el paso del tiempo este incremento llevó a grandes pérdidas debidas a atascos, en especial en las grandes ciudades, lo que supuso un incremento de las emisiones.

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Estas emisiones por transporte se vieron favorecidas por la tendencia a vivir en zonas de altura, donde se puede producir económicamente la electricidad y donde no podría llegar el ferrocarril. No obstante, la población no buscó esos nuevos espacios capaces de ser habitados aprovechando los vectores del siglo XX: electricidad y petróleo.